domingo, 13 de mayo de 2012

La magia de los cuentos de hadas

Este año celebramos el 200 aniversario de la recopilación de relatos de los hermanos Grimm, que siguen más vivos que nunca.

Es hora de reivindicar la memoria de Charles Perrault y de los hermanos Grimm. Las películas de Walt Disney han abducido a 'Blancanieves', 'Cenicienta', 'El gato con botas'... y a tantos otros clásicos de la literatura infantil, pero las fuentes genuinas, el origen de todo ese derroche de imaginación, se encuentra en las recopilaciones que elaboraron un francés y dos alemanes. Con cien años de diferencia, Perrault en el siglo XVIII y los Grimm en el siglo XIX, se dedicaron a recorrer pueblos y aldeas con un zurrón al hombro, libretas y varias plumas de ganso para escribir con buena letra. Querían recoger la tradición oral, las historias que amenizaban las tardes de invierno a la luz de la lumbre. Del primer compendio de los incombustibles y brillantes Grimm se cumplen ahora 200 años, así que películas y series de televisión están aprovechando el filón a marchas forzadas. ¡No iba a tener Disney el monopolio para siempre!

Desde 'Caperucita Roja', con Amanda Seyfried, hasta 'Cuentos del siglo XXI', que prepara Antena 3, no faltará ocasión para revivir los mundos de fantasía que han quitado el sueño a millones de chavalitos. Hasta Maribel Verdú se ha animado a interpretar a la madrastra de 'Blancanieves' en una versión de Pablo Berger en blanco y negro, que se ambienta en los años 20 del siglo pasado y saca partido de la música de Alberto Iglesias. La banda sonora es el alma de la trama, más aún porque se trata de una película muda. Ya se demostró con 'The artist', ganadora de siete Oscar este año, que a veces las palabras sobran. El cine se puede permitir esas libertades, incluso modificar el guion y dar al asunto un aire marchoso y adulto.
Reinterpretar a los clásicos es algo muy legítimo, en opinión del novelista vallisoletano Gustavo Martín Garzo, psicólogo y autor también de un puñado de obras para los más pequeños, como 'Dulcinea y los caballeros dormidos' y 'Un regalo del cielo'. «Cada uno es libre de arrojar luz donde quiera. Ya seas ilustrador o guionista, tienes toda la libertad del mundo para dar el enfoque que desees. Siempre y cuando no se traicione el espíritu del relato, claro. La dimensión tenebrosa, sórdida o morbosa no debe eludirse», subraya un escritor que no duda en defender -a capa y espada- la crudeza original de los cuentos de los Grimm y Perrault. ¡Nada de censuras sobrevenidas! Que ya en 1812 los hermanos alemanes tuvieron que pasar por el cedazo de los bienpensantes.

Entre otros detalles truculentos, por ejemplo, se omitió la violación que sufre Blancanieves a manos del príncipe mientras duerme. El joven, casado para más señas, la dejaba embarazada y nadie le pedía cuentas. Privilegios de la aristocracia... Tampoco gustaba demasiado que unas palomas arrancaran los ojos a las hermanastras de Cenicienta.
Todos estos detalles 'gore' entusiasmaban al público adulto pero no se consideraban apropiados para los menores. Así y todo, todavía quedan varios pasajes rocambolescos que, generación tras generación, dejan con la boca abierta. Porque de eso se trata. Se dota de forma a las pequeñas y grandes angustias que acechan debajo de la cama. Sin causar pesadillas, se supone. Martín Garzo está convencido de que los cuentos de hadas son pedagógicos y no hacen daño a nadie.
- Hay quienes piensan que habría que 'podar' algunos pasajes. Sobre todo las alusiones al canibalismo ('Hansel y Gretel'), al incesto ('Piel de asno'), al feminicidio en serie ('Barba Azul')...
- Eso es una tontería. ¡Una solemne tontería! Estos relatos se mueven a nivel simbólico. No te puedes quedar con lo superficial, son historias que muestran arquetipos muy profundos. Si te quedas con las apariencias, es que no entiendes nada de literatura.
- También se critica un supuesto punto de vista machista. Podría dar la impresión de que el príncipe lo resuelve todo...
- Insisto: no hay que tomarse las historias al pie de la letra. El sexismo es cosa de los adultos. A los chavalitos no les condiciona. Una niña puede identificarse con el soldadito de plomo, lo mismo que un niño puede sentirse muy cerca de la Bella Durmiente.
- ¿De la Bella Durmiente?
- No es una joven sin más. Simboliza la 'vida dormida' que todos llevamos dentro. Ese potencial que necesita un impulso... Son temas universales. A nivel intuitivo, los niños lo captan muy bien. ¡Son mucho más sabios de lo que algunos piensan!
Martín Garzo es todo un Premio Nacional de Narrativa pero no se le caen los anillos al reconocer su pasión por los relatos para chiquillos. Uno de tantos, que son legión. Entre ellos no faltan Mae West y Charles Dickens, una actriz y un escritor que -de haberse podido conocer- habrían hecho muy buenas migas. La vampiresa de los años 30 y el cronista de las miserias del Londres del siglo XIX adoraban los cuentos de hadas. Pública y notoriamente. «Yo era Blancanieves pero luego me dejé llevar», confesaba la musa de entreguerras, amante de Gary Cooper y Cary Grant. El padre de 'Oliver Twist' tampoco se quedaba corto: «Caperucita Roja fue mi primer amor. Si me hubiera casado con ella, habría conocido la felicidad completa».
Ambos hicieron de la fantasía un refugio muy rentable; lo que empezó como puro escapismo para aguantar una infancia desdichada y apaleada se convirtió muy pronto en fuente de inspiración y desparpajo. Los cuentos de hadas son cosa muy seria... De hecho, a Mae West y Charles Dicken les sirvió para poner orden en sus cabecitas. Las que tenían con menos de cinco años, se entiende.
Caperucita en la cama
Sorprendería la cantidad de gente, no solo del mundo del cine y la literatura, que ha tenido alguna fijación con un personaje de los Grimm o Perrault. Usted mismo; haga memoria... ¿Su favorito era el soldadito de plomo o Cenicienta? ¿Le llenaba de ardor guerrero la valentía del juguete roto o prefería identificarse con la joven marginada, tan buena y triste? O quizás lo suyo fuera regodearse con la escena del lobo y Caperucita en la cama. Son muchos los niños que disfrutan con ese momento, sin que eso quiera decir que vayan a convertirse en unos maníacos sexuales. Se trata simplemente de algo tan humano y necesario «como la atracción de lo oscuro y lo misterioso», explica Martín Garzo. No es malo, ni muchísimo menos.
A juicio del autor vallisoletano, todas estas historias, en el fondo, invitan a quedarse con una moraleja y solo una: «A pesar de las brujas y ogros, lobos y genios malos, todos tenemos recursos de sobra para superar las pruebas de la vida. No hay que tener miedo a meterse de cabeza en el corazón del bosque. ¡Hay que hacer frente a lo desconocido!».

Los clásicos de la literatura infantil son machacones con su mensaje de audacia y riesgo, pero... ¿hasta qué punto cala éste en el siglo XXI? ¿De verdad beneficia a los críos? Por supuesto que sí. Al menos, es lo que pensaba Bruno Bettelheim, el autor de 'Psicoanálisis de los cuentos de hadas' (ed. Crítica), una obra publicada en la década de los 70 que hizo las delicias de los expertos en psicología infantil. Les descubrió un mundo nuevo. «Los niños tienen que aprender a enriquecer su vida con mundos paralelos y totalmente imaginarios. De lo contrario, serán proclives a la pena y al conformismo. Es importante 'elevarse' por encima de la realidad para no dejarse dominar. ¡Así es más fácil luchar por cambiar las cosas! Eso se aprende de pequeñitos y los cuentos de hadas ayudan mucho, porque dan alas a la imaginación», aseguraba este especialista austriaco de origen judío.
Bonitas palabras que a lo mejor desalientan a unos cuantos padres. ¿Tienen algún problema los niños que prefieren los videojuegos? Esto mismo se lo ha planteado muchas veces la escritora Juana Salabert, otra apasionada de los relatos infantiles. «No tengo nada contra los videojuegos, pero la literatura es el mejor medio para espabilar a los críos. El lenguaje, las palabras... son las que ayudan a desarrollar un pensamiento complejo. Por mucho que cambien las cosas, eso sigue igual. Los límites de tu mundo son los límites de tu lenguaje», advierte la autora de la novela 'Velódromo de invierno', Premio Biblioteca Breve en 2001.
No son pocas las ventajas, pero no pidamos peras al olmo. No se puede pretender que los críos amantes de la literatura sean más bondadosos, obedientes o cariñosos que los demás. En opinión de Salabert, la función de los cuentos de hadas «no es propiamente educar porque no son fábulas ni cuentecillos con moralina, para eso están los padres, el colegio, la religión...».
La finalidad de las historias de los Grimm y Perrault -nada que ver con las 'vidas ejemplares de santos'- consiste en echar a volar la fantasía, proporcionar claves para identificar los propios demonios interiores -«que los niños también tienen»-y servir de iniciación a lo que podemos llamar 'gran literatura'. No te hacen mejor persona pero, al menos, «te enseñan a entender a los demás y entenderte a ti mismo», concluye Salabert. Luego, que cada uno haga uso de ese conocimiento como buenamente le apetezca.
En sintonía con la mayoría de sus lectores, los protagonistas de los cuentos no son ni relamidos ni modositos. O son víctimas de injusticias horrorosas, o hacen lo que no deben. Pero al final salen victoriosos. Las excepciones son los relatos de Hans Christian Andersen (1805-1875); no hay más que recordar 'El soldadito de plomo', 'La pequeña cerillera', 'La sirenita'... El autor danés quería transmitir la enseñanza más difícil de todas: los buenos y justos también pueden salir derrotados.
El malo debe pagar
Hay que tener mucho estómago para tragar el sufrimiento de los inocentes. Así que más vale no introducir a los chiquitines, de golpe y porrazo, en el mundo trágico de Andersen. Les puede resultar indigesto. Con menos de cinco años, se tiene un concepto de justicia que no admite ambigüedades: el bueno tiene que salir victorioso y el malo debe pagar por lo que hizo. Con ese espíritu, es normal que los cuentos de hadas típicos caigan como agua de mayo en el corazón de los más pequeños. «¡Las historias pueden y deben terminar bien! Sobre todo la propia, la de la vida de cada uno, que es la más importante de todas», insistía Bruno Bettelheim en el preámbulo de algunos de sus manuales, donde interpretaba con tanto optimismo los relatos infantiles. Ahora bien, en su caso, el punto final deja un regusto muy amargo.
El autor de 'Psicoanálisis de los cuentos de hadas' se suicidó a los 87 años, en 1990. Su mujer había muerto de cáncer, y él vivía postrado por una apoplejía. «Sobreviví a los campos de concentración porque entonces tenía esperanza», dejó escrito en sus papeles antes de caer en una profunda y terrible depresión. Su pasión era comunicar y luchar por entender el mundo. Peleó como un jabato hasta que no pudo más. Era un hombre fuerte pero, ya lo decía Andersen, «los héroes no son invencibles; ni lo esconden, ni se avergüenzan de ello». Pero esa ya es otra historia&hellip Una historia para mayores.
Es hora de reivindicar la memoria de Charles Perrault y de los hermanos Grimm. Las películas de Walt Disney han abducido a 'Blancanieves', 'Cenicienta', 'El gato con botas'... y a tantos otros clásicos de la literatura infantil, pero las fuentes genuinas, el origen de todo ese derroche de imaginación, se encuentra en las recopilaciones que elaboraron un francés y dos alemanes. Con cien años de diferencia, Perrault en el siglo XVIII y los Grimm en el siglo XIX, se dedicaron a recorrer pueblos y aldeas con un zurrón al hombro, libretas y varias plumas de ganso para escribir con buena letra. Querían recoger la tradición oral, las historias que amenizaban las tardes de invierno a la luz de la lumbre. Del primer compendio de los incombustibles y brillantes Grimm se cumplen ahora 200 años, así que películas y series de televisión están aprovechando el filón a marchas forzadas. ¡No iba a tener Disney el monopolio para siempre!
Desde 'Caperucita Roja', con Amanda Seyfried, hasta 'Cuentos del siglo XXI', que prepara Antena 3, no faltará ocasión para revivir los mundos de fantasía que han quitado el sueño a millones de chavalitos. Hasta Maribel Verdú se ha animado a interpretar a la madrastra de 'Blancanieves'.



LA VERDAD. 13 de MAYO de 2012

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